lunes, 12 de noviembre de 2012

12 de noviembre 2012

Hoy, Día del Cartero, debería ser Día del cobrador/promotor. Yo, por lo menos, puedo decir que un 80% de la correspondencia que recibo son estados de cuenta: banco, teléfono, gas, luz, agua, entre otros muchos dolores de cabeza; y el otro 20% son promociones, de las mismas compañías que pretenden hacerme olvidar que son un gasto e intentan disfrazarse de ahorro.
Pero, ¿cartas? hace años que no recibo alguna. Mis amistades, aunque vivan a más de 3000 kms de distancia, no me escriben cartas, me escriben por whastapp, chat, correo electrónico o simplemente actualizan su muro de Facebook para comunicarme a mi, y a otros cientos de "amigos", algo, pero no me escriben cartas.
Las cartas ya no están de moda y por lo tanto los carteros cada vez son menos, ya no deambulan por las calles con ese aire de esperanza y orgullo de transportar historias, leyendas, amores... Ahora sólo vemos cobradores/promotores caminar por las calles con total indiferencia, con ese aire de vendedor de puerta en puerta que busca deshacerse de su mercancía lo más rápido posible sin importar el contenido. Aunque no los culpo, ellos saben que en sus bolsas sólo cargan promociones o estados de cuenta, saben que -quizás nunca- se trasladen en su moto o bicicleta para entregar esas epístolas en peligro de extinción.
Quizás estoy siendo muy dramática respecto al género y muy probablemente no esté extinto, sino simplemente esté dentro de un proceso evolutivo. Quizás Internet ha desplazado al cartero y el género se ha transformado; quizás el Montesquieu del Siglo XXI utilice Twitter; quizás el Petrarca de nuestros días se la pasé whatsapeando a sus paganos y excéntricos amigos para no sentir soledad; quizás, sólo quizás, el Rainer María Rilke de hoy en día escriba claros y excelsos DMs a un desconocido poeta sobre la creación artística, la vida, el amor y la muerte.
No lo sé, pero yo extraño recibir una carta percibir ese olor a incertidumbre que emana el pegamento de los sobres, develar poco a poco con mis dedos los misterios literarios plasmados en un papel y poder tener frente a mis ojos la letra de ese alguien lejano que se aproxima en cada trazo.
Sí, yo extraño ver a los carteros caminar con orgullo por las calles protegiendo historias, amores y misterios.

Farinelli

martes, 14 de febrero de 2012

Del MRASH al AASH


Una convicción con 12 años de insistencia.
Podría empezar diciendo que un día como hoy de tal año sucedió equis cosa; pero, sería un embuste, los días nunca son iguales.
Hace 12 años fundamos (mi conciencia, mis cambiantes amigos imaginarios y yo) el Movimiento Revolucionario Antishalalalezco (MRASH). Su misión: atacar crispadamente a todos los cursi-pinkylovers-shalalas (curpinshas).  
La misión fue cambiando con los años, debo confesar que la necesidad de los curpinshas por apapacharse incesantemente ayudó. Se reproducen como conejos y van creando nuevas especies que exigen distintas e innovadoras formas de ataque.
En el MRASH nos dimos cuenta que antes de atacar, era necesario primero recuperar el sentido del amor y redefinirlo. Lo definimos como “aquello que recorre la entrepierna más allá del sexo en la emotividad de escuchar una palabra o una tontería compartida”. Como verán éramos un poco mamones y posers.
Años después, el interés de recuperar aquel sentido olvidado, se vio manchado por el anarquismo de todo movimiento revolucionario en evolución. Decíamos que el 14 de febrero era el día de la mentira y atacábamos sin distinción cualquier demostración sosa de afecto.  Igual de mamones, menos posers, más agresivos.  Como todo fuego revolucionario se fue apagando, la agresión se minimizó y nacieron las verdaderas ideas de cambio. En 2010 nos postulamos como románticos del siglo XXI: aquellos que aman con pasión cada segundo de sus vidas y se entregan en esa tarea emotiva y voraz de mantener el amor en sus vidas (propio o compartido). Al fin eliminamos la mamonería y el poserismo y convertimos la agresión en acción.
Así llegamos al día de hoy, donde humildemente aceptamos que el amor no puede definirse en palabras, que el 14 de febrero no es el único día en el que se miente y que es imposible darle un solo sentido a algo multiconceptual y trans-existencial.
Sin caer en una actitud Bartlebiana de “preferiría no hacerlo”, decidimos eliminar lo revolucionario. Hoy 14 de febrero de 2012 pasamos del MRASH al AASH (Asociación AntiSHalalalismo). Hoy, somos un conjunto de personas unidas con el fin de mantener el amor. Somos los neo-románticos que buscan rescatar la trans-existencia del amor ante los efectos corrosivos de los curpinshas.
El amor no es una tarjeta de $70 pesos que compras en Sanborns; ni una hora con 60% de descuento en un motel, de cuyo nombre no deseas acordarte; mucho menos es una palabra que repites, cual vendedor de cobijas en feria, a cambio de sexo. El amor es más y su definición es personalizada lejos de tanta mercadotecnia, falsedades, compromisos y costumbre.
De vez en cuando sorprendamos a nuestra pareja; uno que otro fin de semana, salgamos con nuestros padres; recordemos a aquel primo que la vida alejo de nuestra cotidianidad, pero que sigue siendo de nuestra familia; tuitemos algo al seguidor que siempre nos da #FF; frecuentemos a los amigos que diariamente vigilamos cual testigo lejano por el muro de Facebook; o hagamos las tonterías que nos nazcan desde nuestra esencia neo-romántica.
Los asociados del AASH amamos las 8784 horas del año, los 1440 minutos del día, lo hacemos a través de # en Twitter, fotos de Instagram, likes en Facebook y post en Tumblr; pero también lo hacemos regalando libros,  invitando cervezas, compartiendo pláticas en cafés o simplemente compartiendo silencios dolorosos con nuestros cuates de la vida.

¿Y tú? ¿eres curpinsha de tarjetas recicladas o un neo-romántico en busca de la trans-existencia del amor?