Reconocí el perfil de tus senos
pero tu rostro era obscuro, distinto, casi diferente.
No decías nada, sólo me mirabas –inquisidoramente-
cómo cuando querías que destrozará tus vellos.
No miré tu cara, sólo observé tu cuerpo
y así (sigilosamente) susurré el recuerdo.
Era una tarde nublada de octubre
y el viento repetía nuestra historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario